La llovizna me cansa. No soporto esas gotas que de tan ínfimas no merecen ser llamadas gotas. Así estuvo todo el día, incesante, insoportable. Mojando todo lentamente, llenando de humedad los muebles, bajando por la escalera de la terraza hasta el patio. En días como éste no se puede hacer más que leer, escuchar música o dormir… Así empezó todo, con un libro, un disco y un sillón.
Me levanté temprano por que tengo un cachorro que si no le doy de comer a eso de las nueve me destruye toda la casa. Cuando vi el cielo encapotado quise volver a la cama inmediatamente, pero no podía. Subí los escalones lenta y desganadamente con el perro caminando delante de mí. Salí a la terraza, caminé bajo la pegajosa llovizna y abrí la puerta del cuarto de arriba, donde tenía la cucha con el alimento. El cachorrito comió desesperado y no bien terminó, salió disparado a la terraza. Cuando bajé me preparé un café, me senté a la mesa y puse el informativo matutino… a veces pienso que se deberían prohibir los informativos en días de lluvia, solo consiguen deprimir a la gente. Apagué el televisor y me dispuse a leer un rato en el sillón de mi cuarto. Había leído casi la totalidad de un párrafo cuando escuché un ruido. Venía de un mueble en mi cuarto. Mueble heredado de mi papá, quien lo heredó de
Al principio no me había dado cuenta de que estaba soñando. La calidez era tan real, tan vívida, que realmente pensé que me encontraba allí, en el medio de aquella paz, con mi papá. Pero el ruido me despertó sin piedad alguna. Otra vez el mueble de mis ancestros. Uno pensaría que, pasado tanto tiempo, el mueble estaría destruido. Pero había sido restaurado por mi Nona cuando yo era pequeña, y ahora solo se podían ver los vestigios de pintura rosa pálido en los laterales interiores del mueble, casi siempre tapados con discos. Es un mueble de muy buen gusto y encaja perfectamente entre la puerta que da al living y la que da al patio. Es tan alto que puedo apilar, en sus tres estantes, miles de discos sin ningún problema. En fin, me levanté tras el ruido, pensando que otra vez el perro estaba abriendo las puertas del almacén debajo de la pileta en la cocina. Pero el perro estaba en frente del mueble, jugando con la cubierta de otro disco caído, el Álbum Blanco (como las nubes de mi sueño) de los Beatles. Los ojitos del cachorro estaban fijos en el mueble, y debo decir que los míos también. Tomé el segundo de los discos con delicadeza y lo deslicé por mis dedos para ver si Lennon, mi cachorro, lo había llegado a rayar. Por suerte el disco estaba intacto. Igualmente, para despejar toda duda lo puse en la bandeja. Comenzó a sonar Birthday y me senté con Lennon en el piso, mirando lo blanco del álbum, pensando en cómo era posible semejante perfección en una tapa. Blanco, significa puro, significa paz. Pero blanco también significa vacío… me hundía en un vacío inmenso, me sentía el Nowhere Man de Yellow Submarine: Persona de ninguna parte, sin saber a dónde va. De repente, en el vacío apareció mi mamá. Llevaba puesto el delantal rojo con el que la vi por última vez, aunque hasta ese momento no lo recordaba. Sostenía en sus manos una gran torta de chocolate cubierta de M&Ms de todos colores, mis favoritos. Y sobre la torta descansaban 7 velitas, esperando que yo las apagase.
Me desperté llorando, tanto por el nuevo recuerdo de mi madre como por el disco que me había dado en la cabeza. Era una situación ridícula, el mueble no paraba de escupirme discos. En este caso era uno que ni recordaba que tenía. Uno de esos compilados bailables, de música en español… lo que se podía escuchar cuando yo era chiquita sin tener problemas, se llamaba “Los preferidos a
Cuando dejé de llorar, puse el disco. Comenzó a sonar Viva
Las “casi” gotas golpeando incesantes contra el toldo de chapa, las lágrimas empapando al astronauta dibujado en la tapa del disco, y los recuerdos que no recordaba recordar, que me contaban una historia que nunca debí querer olvidar.
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