jueves, 23 de septiembre de 2010

La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes

La llovizna me cansa. No soporto esas gotas que de tan ínfimas no merecen ser llamadas gotas. Así estuvo todo el día, incesante, insoportable. Mojando todo lentamente, llenando de humedad los muebles, bajando por la escalera de la terraza hasta el patio. En días como éste no se puede hacer más que leer, escuchar música o dormir… Así empezó todo, con un libro, un disco y un sillón.

Me levanté temprano por que tengo un cachorro que si no le doy de comer a eso de las nueve me destruye toda la casa. Cuando vi el cielo encapotado quise volver a la cama inmediatamente, pero no podía. Subí los escalones lenta y desganadamente con el perro caminando delante de mí. Salí a la terraza, caminé bajo la pegajosa llovizna y abrí la puerta del cuarto de arriba, donde tenía la cucha con el alimento. El cachorrito comió desesperado y no bien terminó, salió disparado a la terraza. Cuando bajé me preparé un café, me senté a la mesa y puse el informativo matutino… a veces pienso que se deberían prohibir los informativos en días de lluvia, solo consiguen deprimir a la gente. Apagué el televisor y me dispuse a leer un rato en el sillón de mi cuarto. Había leído casi la totalidad de un párrafo cuando escuché un ruido. Venía de un mueble en mi cuarto. Mueble heredado de mi papá, quien lo heredó de la Nona, quien a su vez lo heredó de su hermana y andá a saber donde empezó la historia. En fin, el punto es que en ese mueble guardo todos mis LP. No me molesté en levantarme. El mueble era viejo, y la humedad era suficiente para que la madera hinchada crujiese sin motivo alguno. Seguí leyendo, pero me encontré con que las palabras carecían de sentido. El ruido me había distraído y ya no entendía lo que leía. Tuve que comenzar el párrafo otra vez. Un segundo ruido me distrajo exactamente en la misma palabra que el primero. Mera casualidad, pensé. Igualmente no seguí leyendo, era inútil, el golpeteo de las “casi” gotas en el toldo de chapa del patio me impedían concentrarme. Me levanté del sillón y me acerqué al mueble. En el suelo había un disco, era Bird & Diz, de Charlie Parker. Definitivamente iba con el clima, un poco de jazz quizá lograra levantarme el ánimo. Puse el disco en la bandeja y me dejé caer nuevamente en el sillón. Me imaginé con mi papá, en el medio de una plaza, rodeada de árboles. El cielo con nubes blanquísimas, como de algodón, y el sol asomándose por detrás de ellas, dándome en la cara. Con su calidez entrando por cada poro de mi piel.

Al principio no me había dado cuenta de que estaba soñando. La calidez era tan real, tan vívida, que realmente pensé que me encontraba allí, en el medio de aquella paz, con mi papá. Pero el ruido me despertó sin piedad alguna. Otra vez el mueble de mis ancestros. Uno pensaría que, pasado tanto tiempo, el mueble estaría destruido. Pero había sido restaurado por mi Nona cuando yo era pequeña, y ahora solo se podían ver los vestigios de pintura rosa pálido en los laterales interiores del mueble, casi siempre tapados con discos. Es un mueble de muy buen gusto y encaja perfectamente entre la puerta que da al living y la que da al patio. Es tan alto que puedo apilar, en sus tres estantes, miles de discos sin ningún problema. En fin, me levanté tras el ruido, pensando que otra vez el perro estaba abriendo las puertas del almacén debajo de la pileta en la cocina. Pero el perro estaba en frente del mueble, jugando con la cubierta de otro disco caído, el Álbum Blanco (como las nubes de mi sueño) de los Beatles. Los ojitos del cachorro estaban fijos en el mueble, y debo decir que los míos también. Tomé el segundo de los discos con delicadeza y lo deslicé por mis dedos para ver si Lennon, mi cachorro, lo había llegado a rayar. Por suerte el disco estaba intacto. Igualmente, para despejar toda duda lo puse en la bandeja. Comenzó a sonar Birthday y me senté con Lennon en el piso, mirando lo blanco del álbum, pensando en cómo era posible semejante perfección en una tapa. Blanco, significa puro, significa paz. Pero blanco también significa vacío… me hundía en un vacío inmenso, me sentía el Nowhere Man de Yellow Submarine: Persona de ninguna parte, sin saber a dónde va. De repente, en el vacío apareció mi mamá. Llevaba puesto el delantal rojo con el que la vi por última vez, aunque hasta ese momento no lo recordaba. Sostenía en sus manos una gran torta de chocolate cubierta de M&Ms de todos colores, mis favoritos. Y sobre la torta descansaban 7 velitas, esperando que yo las apagase.

Me desperté llorando, tanto por el nuevo recuerdo de mi madre como por el disco que me había dado en la cabeza. Era una situación ridícula, el mueble no paraba de escupirme discos. En este caso era uno que ni recordaba que tenía. Uno de esos compilados bailables, de música en español… lo que se podía escuchar cuando yo era chiquita sin tener problemas, se llamaba “Los preferidos a la Luna”. Dudé si ponerlo en la bandeja o no. Parecía como si el mueble de mis ancestros tuviera memoria. O más precisamente, la memoria que yo ya no poseía.

Cuando dejé de llorar, puse el disco. Comenzó a sonar Viva la Vida… ¡como si fuese a propósito! Yo, que me reusé a recordar durante tantos años, me veía ahora transportándome en el tiempo, con un disco del ’78, mirando al fantasma de mi mamá bailar con el delantal, tratando de hacerme reír… y mi viejo que entra corriendo a la casa, diciéndole que nos tenemos que ir rápido, que no hay tiempo para buscar nada, que “¡agarrá a Malena y subí al auto!”. Y la palidez en el rostro de mamá, y el llanto desconsolado cuando se dio cuenta de que era tarde. Y mi papá rompiendo los estantes y escondiéndome en el mueble heredado por generaciones. Y Viva la Vida sonando a todo trapo, camuflando los golpes, los gritos…

Las “casi” gotas golpeando incesantes contra el toldo de chapa, las lágrimas empapando al astronauta dibujado en la tapa del disco, y los recuerdos que no recordaba recordar, que me contaban una historia que nunca debí querer olvidar.

Soledad Salazar

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