martes, 21 de septiembre de 2010

Flor de inocencia.

Esa noche en el departamento nos preparamos para pasarla muy bien. Tal vez nos apresuramos al sacar conclusiones, pero quién nos iba a detener. Nos habían invitado a una fiesta en el Portezuelo. Mis expectativas eran muy pocas, es que estaba cansado, a la mañana había llegado de Buenos Aires, un viaje de casi veinte horas en micro, pero bueno… hacia la fiesta íbamos. Bien, en el camino los demás hacían comentarios de las chicas que estarían allí. Hace unos cinco años que yo no volvía al Portezuelo, la última noticia que tenía era que allí habían ocurrido algunas cosas extrañas y que no hace mucho hubo un asesinato, esto había sido tema en todo el país. Mucho revuelo se armó con respecto a este tema, tanto, que hasta se hicieron marchas en repudio a los dueños del Portezuelo. Por un tiempo el local estuvo clausurado junto la estación de teleférico porque desde allí se llevaban a las chicas para luego abusar de ellas en la cima. Algo de todo este lío yo conocía por lo que mi familia me decía mientras yo estaba en la Capital Federal estudiando criminología, hace una semana me había recibido, y tan solo quería descansar de todo. Esa misma noche volvían a reinaugurar el Portezuelo.

La charla sobre las chicas seguía, al fin y al cabo eran todas conocidas, algunas ex novias de mis amigos, compañeras de la facultad, conocidas por su reputación y trayectoria en esto de andar con un pibe un par de meses y luego estar noviando con otro al poco tiempo, o lo que era peor, se comentaba de chicas que jugaban a dos puntas y de tipos que también lo hacían sin ningún problema. Se sabía la clase de mujeres que había por la zona, yo las conocía muy bien, pero no por haber tenido una aventura con alguna sino porque este mundo es muy pequeño.

-Sí, sí la flaca anda con medio mundo, ¿pero sabés qué?, yo la banco porque anda con varios tipos para pagarse los estudios.

-¡Claro! Vos decís eso porque anduvo un tiempo con vos y le comprabas de todo. Según vos ahora son amigos pero eso no te lo cree nadie porque cuando bien le muestres el billete vuelve corriendo.

-¡Muchachos no son todas así como la flaca eh!- dije yo - todavía quedan mujeres que se enamoran y no lo hacen solo por interés.

Se rieron de mí y les devolví una risa cómplice de sus malas intenciones, ellos se burlaban pero no sabían que yo decía eso porque no tenía un peso el bolsillo.

Baile va baile viene, miradas se cruzan, los tragos cada vez te envalentonan más y así cada uno estaba con una al lado, pero claro si le pagas un trago a un bella mujer es seguro que esa belleza pronto estará en las manos de uno, así es muy fácil ¿no?

-¿Y Claudio?, ¿te vas a quedar ahí sentado? Veni que tengo una que quiere conocerte.

-Deja nomás que aquí estoy bien. Me tomo algo y creo que me vuelvo al departamento.

-Eh, no seas tan amargo que la noche esta en pañales. Además no tenés en que volverte.

Sentado ahí, viendo como hacían de las suyas mis secuaces, parecía que todas las premoniciones resultaban al pie de la letra favoreciéndolos. Ya escuchaba las insinuaciones acerca de mi poco feliz comentario antes de la fiesta. Otro trago más para mantenerme despierto, encendí un cigarro y el que servía los tragos me dijo que no podía fumar ahí pero que en el balcón podía hacerlo sin ningún problema.

El humo compensaba la ausencia de nubes, la luna gigante bañada en sangre y las tenues luces de la ciudad como las estrellas en el cielo limpio y despejado. Todo muy lindo, buena vista, aire puro y una hermosa brisa.

-¿Tenés fuego?- irrumpió una cautivante y dulce voz femenina que se acercaba interrumpiendo todo el escenario.

Antes de girar para ver quién era, revisé rápidamente en el bolsillo del pantalón asegurándome de tener el encendedor.

- , respondí, mientras ella se apoyaba en la baranda dando la espalda a todo el paisaje como sobrando a tan magnífico escenario.

-No te dejaron fumar adentro ¿no?

-No, pero yo sabía que me iban a decir que saliera a fumar, me dijo mientras encendía el cigarrillo.

- En realidad fue un pretexto para salir un rato, tal vez aquí estaría mejor que adentro.

-Se nota que estabas aburrida, ¿estás sola?

-Es la primera vez que vengo y como me dijeron que era una fiesta pensé que iba a estar mejor pero por lo visto no es así.

Nunca antes la había visto por estos lugares, de esto no me quedan dudas, además si la hubiera visto no la habría olvidado tan fácil. Hermosa y sumamente provocativa poseedora de una mirada encantadora con sus ojos verdes, comenzamos a divagar con la conversación por un rato muy largo, ella me contaba sus cosas mientras yo escuchaba muy atento.

-Estuvimos charlando por un rato muy largo y no nos presentamos. Me llamo Claudio.

-Tenés razón, me llamo Florencia.

-No sos de aquí ¿no?

-Hacés muchas preguntas. Conformate con saber mi nombre. Bueno lindo te dejo me tengo que ir.

Así de rápido fue todo. Sin decir nada a nadie seguí fumando.

Al día siguiente todos comentaban sus logros con las mujeres, sobre las estrategias que utilizaron y resulta que todas fueron efectivas.

-¿Y Claudito cómo te fue a vos? Porque no te vimos en toda la noche.

-Estuve en el balcón tomando un poco de fresco.

-Pero ¿toda la noche?, ¡no les digo que este es un amargo!

Días, muchos días, meses, muchos meses pasaron sin saber nada de aquella mujer. A veces me imaginaba ver su cara en la multitud de personas que camina sin rumbo por la ciudad, en reiteradas oportunidades volví por el Portezuelo con expectativas de encontrarla de nuevo. Cada día que pasaba era un pesar en mí, pues me arrepentía por no haber insistido en saber más sobre ella, de dónde era, dónde paraba, cómo era su número de celular o teléfono. De a poco me fui olvidando de ella con su figura al acecho de mis recuerdos.

Noche fría derrotada por la lúgubre penumbra de los pasos de sus cabizbajos peatones, el caballo del General Güemes bellaquea temeroso ante mi pobre sombra postrada en un banco. Mi gamulán gris impregnado por el humo de mis cigarros es lo único que me cubre de las miradas de los pocos locos que se atreven a deambular por la oscura recova del cabildo. Con el pucho en mis dedos, su recuerdo se hunde en mi pecho, sensación extraña que me sube por el cuello, recorre la nuca, se hace agua en mi boca, callejea por toda mi sangre, me quema bajo las uñas y se mezcla en mis pensamientos. Levanto la mirada, suspiro de por medio, no entiendo nada, ella dejó de ser un recuerdo para hacerse presente.

- No te vi llegar, me sorprendés. Pensé que no te volvería a ver nunca más, ¿en dónde anduviste?

-Por lo visto no cambiaste mucho, seguís haciendo muchas preguntas. ¿Te acordás de mí? Solo te puedo decir que por estos lugares estoy de paso y que sabía que podía encontrarte aquí.

-¿Me estuviste siguiendo en este tiempo?, ¿cómo es que sabes tanto de mí? Ya sé vos sos una de esas que dicen mis amigos que solo están detrás de los tipos para que les paguen todo y las banquen en sus caprichos de minas de compañía barata.

-¿A vos te parece?

-¡Seguro!, pero te aclaro algo tan solo soy un becario del CONICET, lo poco que tengo es para pagar un modesto departamento en el centro, para comprar algún que otro libro y seguir fomentando mi vicio. .

-No soy esa clase de mujer así que no te alteres, solo quería que charlemos un poco. No conozco a nadie por aquí y pensé que tal vez vos serías un buen anfitrión.

-Tal vez, pero si seguís así de misteriosa va a ser muy difícil que te pueda dar una mano para conocer la ciudad.

- Ok, voy a intentar ser más amigable con vos y colaborar, ¿me convidas un cigarrillo?

Nuevamente nos fuimos a otra dimensión, pero esta vez no me dejé engatusar por sus ojos, buscaba conocerla más, afinaba mi chamullo pero fue imposible, no me decía nada pero de a poco se haría más vulnerable.

-¿De dónde sos? ¿No me lo vas a decir?

-Bueno está bien, soy de Villa Las Rosas cerca de la Terminal de micros, ¿conocés?

-Si, a unas cuadras del parque San Martín.

-Claro por ahí nomás, che ya es casi medianoche es muy tarde, me tengo que ir en un rato.

- Pará que te acompaño, no te vas a ir sola por ahí.

-No, está bien, me tomo un remis en la esquina y en un rato estoy en mi casa.

-Dale, pero decime dónde volveremos a vernos.

-Mañana a las 9 de la noche en el teleférico del parque. ¿Te parece?

-Ahí, voy a estar esperándote. ¡No me falles eh!

Se fue rápidamente por la vereda, no paró en la esquina. Siguió derecho y pasó de largo la peatonal, sin vacilar seguí caminando hacia mi departamento, amagando un zigzag mentiroso volví sobre mis pasos y empecé a seguir de cerca de Florencia. Una cuadra siempre me separaba de su figura, su elegante caminar iluminaba la densa noche y en un instante ya me encontraba cruzando el parque San Martín. Las ofertas de las prostitutas no me detuvieron ni por un momento. Los micros iban y venían, ella seguía y yo encantado.

Imprudencia justificada la mía pero me di un golpazo por esquivar la barrera de entrada a la Terminal. Un moretón no es nada pero Florencia ya no estaba a la distancia, apresuré el paso hasta la entrada de la Villa. De chico anduve por esos lugares, todas esas diagonales me confundían. En una esquina unos pibes estaban mirándome amenazantes como para robarme, no tuve miedo y les pregunté.

-¿Vieron pasar a una chica por aquí?

-No vimos a ninguna piba, ¿Qué chica va a pasar a estas horas por aquí?

-Y no sé, que se yo. ¿Pero están seguros? Recién la estaba siguiendo la perdí de vista por un momento, estoy seguro que pasó por aquí porque es de este barrio. Es rubiecita, no muy alta. ¡La tienen que haber visto!

-¿No te dijo como se llamaba? Si es del barrio seguro la conocemos.

-Tan solo sé que se llama Florencia.

La mirada cómplice entre ellos fue evidente. No me dijeron nada se levantaron y se fueron por los pasillos. La incertidumbre crecía junto con la noche. Sin pena ni gloria volví a mi solitario departamento.

Temprano camino por los alrededores de Villa Las Rosas. Una señora que riega su jardín mientras espanta a los perros para que no les meen las plantas se extraña de mi presencia.

-¿Qué anda haciendo por aquí joven? ¿Lo puedo ayudar?

-En buena hora, desde anoche que estoy buscando a una muchacha que vive por aquí pero no sé exactamente la dirección, solo se que se llama Florencia. ¿La conoce?

-¡Florencia!, mire, mucho no lo puedo ayudar. Pero vaya a Las Margaritas 753 acá a un par de cuadras nomás. Pero por favor no me mencione para nada.

-Muchas gracias doñita. No se haga problema que nunca la vi.

Como una flecha me encaminé con esperanzas de encontrarla. Rebosante una nena jugaba a la rayuela en la vereda de enfrente de la casa, un perro me ladraba mientras tocaba las manos. La hermosa nenita entró corriendo a la casa para salir con una señora.

-Buen día señora, ¿aquí vive Florencia?

Me miró fijo, abrazó a la nena y le dijo que siguiera jugando en la vereda.

-Y usted joven de ¿dónde la conoce?

-La conocí en el Portezuelo hace un par de meses. Y ayer la seguí hasta este barrio, sé que suena extraño pero no se asuste. Somos amigos, ella me conoce muy bien y hoy teníamos que encontrarnos para salir. Si usted la llama ella me va a conocer. ¿Vive aquí no?

Me invitó a pasar. Su cara era una piedra. Se sentía el ambiente desgarrado y pesado como si yo hubiera desatado todo un sinfín de penas corriendo el velo de cosas oscuras y ocultas.

-¿Sabe algo joven?, yo no lo conozco ni sé que intenciones tiene, pero Florencia murió hace unos tres años

Una vieja silla de cuero sostuvo mi desplomado cuerpo, tragué saliva, un suspiro eterno agrandó el suspenso y mis pensamientos rompieron el silencio en mi interior. La mujer al ver mi expresión supo muy bien que debía explicarse mejor.

-Ella era mi nieta, tenía 24 años. Siempre fue una joven alegre, normal y muy buena estudiante.

Aún seguía perplejo por lo que la señora me decía. Mi incredulidad de a poco empezaba a menguar y terminó vapuleada.

-Disculpe señora pero me cuesta creerle. Entienda que todo esto es muy extraño para mí.

-Y usted joven comprenda que no es muy grato que venga alguien a recordarme a mi nieta cuando todavía me cuesta olvidarla.

-No sé qué hacer ni qué decirle.

-Venga pase por aquí. Que esto le va a aclarar todo.

Todas las paredes llenas con sus fotos. Era ella, ya no me quedaban dudas. Allí vivía Florencia que había sido una niña muy hermosa parecida a la nenita que jugaba en la vereda. Nunca dio problemas a su madre y era la nieta preferida de su abuela, con la misma belleza que me cautivó encandilaba a todo hombre que se le cruzaba. Siempre tuvo algún que otro noviecito pero nada serio. En su juventud hermosa con un vestido de encaje rojo fue a una fiesta en el Portezuelo engañada por un tipo que le ofreció fama tan solo por exhibir su despampanante figura sobre una pasarela. Ante las cámaras tendría que posar y dar a conocer sus atributos. Todo pintaba en la sala como una sesión de fotos normal, nada de eso, sin escrúpulos el depravado la esperó, la encerró, la sometió, la violó, le mintió. En el mismo balcón donde la conocí le robaron su inocencia, mientras el maldito se le avanzaba sobre su virginal cuerpo.

Abandonó sus estudios, la depresión y la angustia fueron sus amigas, solitaria en su cuarto y manchada por la deshonra no salía por temor a ser señalada por los demás. En su regazo llevaba el recuerdo de aquella noche despiadada, en su vientre estaba la prueba del abuso y mes a mes se hacía más evidente. La nena que jugaba en la vereda era su hija, que había quedado a cargo de la su bisabuela pues la madre de Florencia acostumbrada a los halagos que recibía por su excelente hija luego de todo lo que había pasado no soportó el enjuiciamiento social y decidió abandonarlas.

Con el tiempo parecía que Florencia de a poco empezaba a salir adelante junto con su hijita y la ayuda de su abuela. Quiso retomar los estudios y empezar a trabajar pero solo ella sabía lo que planeaba. Noche fría y vestida para matar salió y se encontró con aquel que la había deshonrado, acordaron encontrarse en la recova frente al monumento al General Güemes. Allí charlaron de cualquier cosa como si nunca hubiera pasado nada grave entre ellos, audaz y dispuesta a todo ya lo tenía en sus manos, tan solo le faltaba el cachetazo final. Siguió insinuándose.

-Vamos al teleférico, ahí vamos a estar más cómodos y solos.

-Dale, linda, como vos quieras, ahí la vamos a pasar mejor.

En menos de cinco minutos estuvieron en el parque. Subieron a una cabina y el paisaje de la ciudad comenzaba a alejarse, la luna fue testigo de esas manos asquerosas que buscaban despojarla del vestido, cada vez ascendían más. Era el momento propicio, sin perder más tiempo Florencia desde su cartera sacó un puñal y mientras él acariciaba sus piernas ella le ensartó la daga en el cuello. La sangre chorreaba y le manchó el vestido, con toda la furia penetró en el pecho nuevamente dejándolo medio muerto y tirado en los asientos. Ella nunca se alteró ni dijo nada y pacientemente se sentó esperando a que llegar un poco más alto. Contemplando la roja luna suspiró, tomó coraje y empuñó una pistola para dar el golpe de gracia apuntando a su corazón. Solamente fijó su mirada y gatilló fríamente. Otro disparo más impactó en el lacre y pudo abrir la puerta de la cabina. La brisa de las alturas corría por sus mejillas y sus cabellos dorados opacados por la oscuridad, como pudo arrimó el cuerpo moribundo a la puerta y de un puntapié lo empujó al vacío y lo vio caer desde unos 800 metros de altura.

Osada y con un poco de sangre en sus manos esperó hasta llegar a la cima del cerro San Bernardo para consumar su obra de arte. Nada la abrumaba ni le impedía culminar su violento idilio, naturalmente su presente la hacía florecer pues lo sedujo, lo encegueció, lo enamoró, lo mató. Tenía derecho legítimo, nadie se lo podía prohibir, ahora andaba en libertad y como ceda se rasgó el clima de su corazón.

Sus pasos lentos parecían que no querían llegar a aquel balcón que la remontaba a su pasado manchado, esos recuerdos ya no la atormentarían nunca más. Dio la espalda a la ciudad como sobrando a tan hermoso paisaje, se sacó de encima las cadenas de amargura, se despojó de los anillos de dolor y los cepos de hierros que la apretujaban y la herían en lo más profundo de su conciencia. Se desvistió de los resentimientos y los resabios de viejos amores, de los odios y los rencores, de su vestido rojo. Dejó de ser solo una cosa y pasó a ser la flor entre las flores. ¿Quién podría escuchar un disparo a tal altura? Solo sus recuerdos se espantaron. Allí culminó con su obra de arte y con su vida, se llevó el horror y su cuerpo. Simplemente una bala bastó para desfigurar su cara, desde el balcón cayó. Angelical figura tiesa y sin vida rodó entre la maleza, Florencia se había suicidado de un tiro en la sien.

-Gracias por todo señora. Disculpe las molestias.

-No hay problema hijo. Aún creo que el alma de Florencia vaga por ahí porque no está en paz porque le hicieron mucho daño. Ella era una buena muchacha y la lastimaron mucho. Mi bisnieta de vez en cuando me dice que charla con su mamá y ¿sabe algo joven? , yo le creo, así como también le creo a usted. Lo único que le pido es que no le comente nada de esto a la nenita porque ella todavía cree que su mamá está viva.

-No se haga problema señora y una vez más gracias por todo.

¿Enfermedad de diván?, ¿me estoy volviendo loco? Todas estas preguntas y otras más se cruzaban por mi cabeza, obviamente no tenían respuestas. Aún me quedaba un compromiso y esa misma noche fui al parque. Me subí a la primera cabina del teleférico, parado y solo en el medio de un gran asiento esperé a que ella apareciera.

-Por lo visto no pudiste con tu genio y fuiste averiguar sobre mí. Ya sabés quien soy o quien no soy.

-Florencia yo no soy como los demás hombres que te lastimaron. Ahora sé porque los en los últimos años aparecieron tantos hombres muertos en le teleférico y en el Portezuelo no eran suicidios. Si no que vos los volvías locos a tal punto que se tiraban en medio del trayecto.

-Claudio solo estoy haciendo lo que esos asquerosos hicieron conmigo. Vos no entendés. Es horrible vivir depresiva y siendo señalada por todos.

-No me hagas cómplice de tus asesinatos, si querés matame ahora mismo o dejame vivir, total me da lo mismo.

-No te voy a hacer nada porque te quiero a pesar de que todo esto sea y un disparate para los demás. Te van a tratar de loco.

-Yo también me enamoré pero de esa Florencia inocente que me cautivó con su ternura y dulzura. Sé que esto es un imposible pero prefiero vivir con esta ilusión antes que con la certeza de nunca poder amarte.

A menudo vuelvo al Portezuelo y contemplo las luces de la ciudad en la noche desde el balcón y vuelve la imagen de Florencia, de vez en cuando la veo por alguna esquina entre medio de los autos como pidiendo perdón, ella se llevó mi amor, el tiempo exacto entre los dos es muy real, no puede evitar contarme sobre las cosas que hace y los muertos siguen pasando, sé que ella es la culpable y también conozco lo que le hicieron, no la justifico solo la quiero. Dama y heroína mis amigos se van derechito a ser potenciales víctimas de Florencia.

Claudio Fernando Yapura

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