El fuego deja ver todo de una forma más clara, eso es seguro. El humo y el olor nauseabundo son un problema, lo sé, pero quizá el olor me ayude a recordar este momento para siempre. Ahora que el calor abraza mi piel y las llamas suben imponentes hacia el cielo, puedo decir que estoy satisfecho. Me voy a morir preso, pero no me importa, me siento más vivo y libre que nunca. Puedo escuchar el alboroto de coches que vienen para acá, las sirenas distantes, las luces de colores. Seguro esperan que intente escapar, sería lo más lógico. Pero, ¿Por qué escapar? No, para mí no tendría ningún tipo de sentido. Yo me quedo acá esperando que lleguen, y vean…
El caso se hizo escuchar en todo el país, y el país también se hizo escuchar. Creo que cubrí cinco o seis marchas en repudio al violador y su abogado. Era impresionante el odio que emanaban las multitudes. Te imaginarás que siendo Pérez Dumont, un hombre con una cierta posición social, la gente tenía miedo de que se la llevara de arriba. Me acuerdo el día del escrache en la casa del abogado. Se la tiraron abajo a piedrazos, se llevaron detenidos a varios pibes ese día, todos compañeros de la chica, la que violaron. Lo cierto es que tampoco tenían muchas pruebas de que la hubiesen violado. Tenían la palabra de la chica y nada más. Como ella hizo la denuncia un año después de los hechos, pruebas físicas no había. El supuesto violador tenía una coartada verificable, declaró que había estado viendo un partido de futbol con sus amigos, en un bar de zona norte a la hora en que supuestamente había violado a la chica. Sin embargo, le dieron quince años, porque en el último momento apareció un testigo que dijo haberlo visto salir del descampado en su BMW. Eso también fue muy extraño… ¿dos años de los hechos y recién ahora aparecía un testigo? Obviamente el abogado no pudo hacer mucho más y a Dumont lo metieron adentro. La familia de la chica se volvió loca. Esperaban perpetua, pero el tipo estuvo adentro solo 7 años. Salió hace una semana.
Si, si, Pérez Dumont trabajaba acá, era el director de estudios. Me comentaron que aceptó el trabajo por puro placer, porque plata no le faltaba. Se llevaba muy bien con los alumnos, ellos lo apreciaban muchísimo, creo que tenía algo que ver con el hecho de que era bastante joven. Y con los profesores también se llevaba bien, el señor Dumont los trataba como pares y eso a ellos les gustaba. Es más, varios docentes se sorprendieron mucho cuando la chica hizo la denuncia. Obviamente lo despedimos al instante. Igualmente lo que más nos sorprendió a todos fue enterarnos de quien iba a defender a Dumont. Era Jorge Hernández, venía a esta escuela cuando era un adolescente. Obviamente eso lo sabíamos nosotros y nadie más. Y eso es porque trabajamos acá hace años.
Si, si, Pérez Dumont trabajaba acá, era el director de estudios. Me comentaron que aceptó el trabajo por puro placer, porque plata no le faltaba. Se llevaba muy bien con los alumnos, ellos lo apreciaban muchísimo, creo que tenía algo que ver con el hecho de que era bastante joven. Y con los profesores también se llevaba bien, el señor Dumont los trataba como pares y eso a ellos les gustaba. Es más, varios docentes se sorprendieron mucho cuando la chica hizo la denuncia. Obviamente lo despedimos al instante. Igualmente lo que más nos sorprendió a todos fue enterarnos de quien iba a defender a Dumont. Era Jorge Hernández, venía a esta escuela cuando era un adolescente. Obviamente eso lo sabíamos nosotros y nadie más. Y eso es porque trabajamos acá hace años.
Reconocí a Jorge aunque hacía años que no lo veía. Estaba defendiendo a la basura que violó a mi nena. Yo no entendía por qué. Me golpeó muy fuerte saber que era su abogado, pensé que quizá no me reconoció en la televisión. El juicio duró una eternidad, y Candela tenía mucho miedo. ¿Te imaginás como quedó cuando se enteró de que iban a ser solo quince años? No… ¿cómo te vas a imaginar? Todavía me acuerdo cuando fue a declarar, pobrecita mi chiquita. Dumont, con toda su plata, seguro que hizo algún arreglo. Igualmente todavía agradezco el día en que apareció el testigo, no sé que hubiese pasado si no aparecía. Ahora me doy cuenta de que Jorge sabía que era mi hija… Candela era una nena. Y ese hijo de puta quedó libre. La justicia no existe. Pobrecita, ¿Cómo le iba a decir que es seguro salir a la calle? ¿Cómo le explicaba que la vida sigue? Si se la sacaron, la dejaron vacía. No duerme, no come, no hace nada. ¡Y ese tipo iba a estar en la calle! Podía violar a otras nenas como la mía. Y después me iban a venir a decir que tenía razón, que había que meterlo preso de por vida.
Vi muchas cosas a lo largo de mi carrera: pibes chorros, violencia familiar, violadores, asesinos… pero todo lo vi desde afuera. Como los médicos, que no se involucran, que son fríos, distantes. Nada me tocaba, era un perfecto profesional. ¿Acaso la justicia existe? Cuando era un estudiante estaba convencido de que iba a cambiar el mundo, que la justicia existía, y que yo iba a ser parte de un gran mecanismo que iba a poner las cosas en su lugar: los buenos por un lado y los malos por el otro. Hoy la justicia se me escapa, como éste humo que sube y sube, indiferente a cualquier cosa. Sí, el fuego deja ver todo de una forma más clara, hoy la justicia soy yo.
La señora hizo una llamada de emergencia por que había un incendio en el edificio en construcción, frente a su casa. Mandamos un patrullero y dos dotaciones de bomberos. Cuando
llegamos al lugar, encontramos a un masculino, de unos treinta años, de nacionalidad argentina. Era el señor Hernández. Cuando lo arrestamos no se resistió. Es más, sonrió.
Soledad Salazar
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