Yo estaba en el comedor de mi casa durmiendo como una duquesa, cuando vi que se acercaba mi dueño con otra persona. El almohadón colocado al lado de la estufa, era el mejor lugar donde podía encontrarme en ese momento, frente al frío que había fuera. Me desperecé, bostecé y di media vuelta para continuar con mi sueño sagrado. Pero no pude. Mi dueño se encontraba hablando de fútbol con esta otra persona cuya cara creía recordar de alguna parte.
Al rato, los dos subieron al primer piso, donde se encuentra la habitación principal, y me dejaron tranquila. Creí que por fin podría reconciliar el sueño, pero no. Ahora los dos se habían puesto a hablar de vaya uno a saber que problemas ocurridos en algún lugar remoto. Quizás lo que comentaban había sucedido en la cuadra de enfrente a mi casa. Yo nunca crucé la calle para ver que sucede allí, pero de lo que ellos hablaban no tenía noción alguna. Sinceramente, de eso solo había escuchado gracias a lo que dice una caja con personas que viven dentro de ella y que mis dueños prenden de vez en cuando, quedando hipnotizados. Creo que la llamán televisor. La verdad que es un nombre feo.
Decidí subir a mirar que era lo que estaban haciendo estos dos humanos. Cuando llegué, me di cuenta que lo peor no era la charla que mantenían los dos individuos. Lo que más me molestaba era un ruidito a plástico proveniente de un aparato rectangular al que mi dueño y la otra persona le hablaban. Yo estaba segura de que un teléfono no era, ya que no tenía botones con números. Me acerqué y lo olfateé todo. Debía asegurarme que no corría riesgo si me acercaba al mismo. Una vez segura de donde me encontraba, me acosté sobre la falda de mi dueño y comencé a decirles que se callen, que yo quería dormir. Pero los muy ignorantes pensaban que les estaba bostezando. A veces no entiendo como no comprenden mensajes tan claros. Hace 4 años y medio que me encuentro en esta casa y nunca entienden lo que les digo. Quizás no estudiaron mi idioma. Yo tampoco estudié el de ellos, pero los entiendo perfectamente.
- ¿Y al final pudiste dormir?
- Sí. Por suerte no pasó mucho tiempo más y la otra persona se fue con la cajita a la que le hablaban.
Matías Schneider.
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