miércoles, 9 de junio de 2010

Un tipo matador

En las infinitas idas y vueltas de los pibes, en los boliches del centro y en las plazas del barrio, su estilo logró todos nuestros celos de forma tal que aún me duele hoy en día.

Te explico esto ahora que sos chico para que entiendas por qué le pasó lo que le pasó a tu papá y por qué no está con nosotros hoy.

Tu viejo era un tipo con suerte, preguntale sino a tu mamá. La conquistó de un solo movimiento allá en un baile de esos a donde íbamos todos de chicos. Pero además de suerte, tu viejo tenía mucha técnica y entrenamiento. En cuanto a agradar a las mujeres, con tan sólo 12 añitos, él era el mejor.

Lo que sucedió fue que cuanto más grandes nos hacemos, más difícil es congeniar con las mujeres para iniciar una relación o aunque sea una aventura. Las últimas veces que intentó, ellas lo miraron horrorizadas, más que divertidas, por el acto que era tomarlas de la cintura y elevarlas sobre el aire. Porque de chicos, levantar una mina es facilísimo. El acercamiento lento, la mano pasada por la espalda baja que traba con el hueco de la cadera y, por último, la fuerza que eleva y a su vez acerca. En el contexto del baile, la plaza y los amigos, no resultaba difícil que se levantara a cualquier mina.

Así consiguió estar con tu mamá. Vos sabés que fueron novios desde los 14 y por muchos años siguió levantándosela. Pero con el pasar del tiempo, no puedo elevarla más del suelo. Tal vez haya sido porque ambos habían engordado que los pies tocaron el suelo, la relación se hundió en la tierra y, como bien vos sabés, no hubo solución.

Después de la separación, tu papá quiso volver a las andanzas, pero él ya no era el mismo de antes y el mundo tampoco. El día en que falleció me había estado contando cómo las mujeres gritaban espantadas cuando intentaba levantarlas. Ese día estábamos caminando por la calle cuando vio a una voluptuosa señora de unos 40 años entre la multitud. Se acercó a ella y de un zarpazo la elevó del suelo. Acto seguido, el marido de la señora, que vio que había un extraño queriendo levantarse a su mujer, le asestó un fatal golpe en la nuca.

CAPPELLINI, Emilia

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