jueves, 6 de mayo de 2010

Un campamento tenebroso.

Por: Matías Schneider.


El 21 de diciembre mis amigos y yo decidimos hacer un campamento dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego. Era una buena época del año ya que comenzaba el verano y las temperaturas eran más templadas. Para ello nos acercamos a la estación del Tren del Fin del Mundo que comienza su recorrido en el camping municipal y lo finaliza dentro del parque nacional. Es una linda excursión ya que el tren se interna en el bosque y los valles de la zona. Además nos ahorraríamos una larga caminata.

Ese mismo día salí caminando desde mi casa. Yo era el encargado de pasar a buscar a todos mis amigos ya que era el que más lejos estaba. Al primero que busqué fue a Franco para luego encontrarnos con Nahuel, Federico, Rodolfo, Juan, Facundo y Enrique.

Una vez que estábamos todos juntos nos tomamos el colectivo hasta el camping municipal para de esta manera emprender nuestro viaje en tren.

Ya en la terminal decidimos sacar los boletos para el viaje. Cuando el altavoz anunció la salida del tren nos dimos cuenta de que alguien faltaba: era Enrique. Entre los siete amigos que quedábamos nos empezamos a preguntar dónde se habría metido Quique y si lo habíamos pasado a buscar por la casa. Locos no estábamos y recordábamos perfectamente que él había ido con nosotros hasta allí.

Sin hacernos más problema, y ante el último llamado para subirnos al tren, decidimos subir al vagón que nos habían asignado para emprender el viaje. Estábamos seguros de que Enrique habría ido al baño o a comprar algo que le faltara para el campamento y en cualquier momento nos lo encontraríamos en el tren.

El viaje comenzó y empezamos a apreciar los hermosos paisajes que se nos presentaban en el recorrido donde abundan bosques y cascadas generadas por el deshielo en las montañas. Enrique seguía sin aparecer.

Una vez llegados a destino, bajamos del tren con la seguridad de encontrar a nuestro amigo perdido en el andén. Pero nuestras expectativas no se cumplieron y seguíamos siendo siete. Ante esta situación pensamos que Quique seguro había recibido algún llamado de urgencia de su familia y se había tenido que ir sin poder avisarnos. Por ello comenzamos una breve caminata hasta el lugar donde instalaríamos el campamento: la Laguna Verde.

Una vez que tuvimos las carpas armadas decidimos buscar algo de leña para la noche. Luego volvimos y comenzamos a jugar al fútbol. Ya de noche comimos algo, nos quedamos hasta el amanecer jugando a las cartas y después nos acostamos a dormir.

Al otro día nos despertamos y volvimos a ir a buscar leña ya que la que teníamos se había acabado. Pasado un rato todos habíamos vuelto al campamento, menos Facundo. Pensamos que se había atrasado y no le dimos importancia. Pero las horas siguieron pasando y seguíamos sin tener novedades de Faka. Esta situación nos comenzó a preocupar ya que, a diferencia de Enrique, Facundo había viajado con nosotros.

Por ello decidimos salir a buscarlo aunque el resultado fue negativo: Facundo seguía sin aparecer. Como ya se había hecho de noche nos quedamos en el campamento pero al día siguiente volveríamos a la ciudad para dar aviso a su familia y a la policía de lo que nos había sucedido.

Cuando habíamos terminado de comer, se nos apagó la fogata. Teníamos que volver a traer leña ya que la noche estaba fría y no podíamos dormir sin algo de calor en la intemperie. Por esta razón, Juan y Franco decidieron ir en búsqueda de más madera pero les pedimos que no se alejaran mucho y tomaran precaución frente a lo que nos había pasado.

Luego de un rato, nuestros dos amigos volvieron. Pero su regreso no fue normal. Los dos aparecieron corriendo y realmente asustados por lo que habían visto: ¡la parca y el diablo en persona! Cuando nos comentaron eso, Nahuel, Federico, Rodolfo y yo nos empezamos a reír a carcajadas, pero cuando recordamos que Facundo había desaparecido nos empezamos a preocupar. Ante está situación decidimos no prender la fogata para mantenernos escondidos y esperar dentro de las carpas a que la noche pasara lo más rápido posible.

Pocos instantes después de haber entrado en la carpa empezamos a escuchar ruidos raros fuera de la misma. En un comienzo pensamos que era el viento que hacía rozar las ramas de los árboles. Pero cada vez los ruidos se hacían más fuertes y nuestra teoría se derrumbaba. Para sacarnos la duda sobre qué originaba el ruido, Rodolfo decidió salir para observar qué pasaba. Ni bien salió de la carpa, escuchamos un grito y unas risas macabras. Luego, todos salimos de la carpa y vimos como se alejaban dos sujetos corriendo. Cuando le preguntamos a Rodo que había ocurrido nos dijo que ni bien salió de la carpa vio a la parca y el diablo.

Ya la situación se había vuelto tensa y no sabíamos qué pasaba. Decidimos quedarnos despiertos el resto de la noche para partir, a la salida del primer rayo del sol, hacia Ushuaia. Esperando que no nos volviera a pasar nada raro, nos pusimos a jugar a las cartas tratando que el tiempo pasara lo más rápido posible. Aunque lo peor estaba por venir.

Cuando nos disponíamos a empezar a guardar todas las cosas para partir, comenzamos a ver unas luces que se prendían y apagaban a lo lejos y venían en nuestra dirección. Al ver eso empezamos a gritar: - ¿Quién anda ahí?. No obtuvimos respuesta alguna. Cuando las luces estuvieron bastante cerca, nos dimos cuenta de que nuevamente venían a nuestro encuentro la muerte y el diablo. El miedo invadió nuestros cuerpos pero esta vez decidimos intentar atrapar a los dos sujetos que nos habían vuelto locos todo durante todo el campamento.

Por ello comenzamos a correr hacia el lugar donde nuestro enemigos se encontraban ya que, a pesar de que estábamos asustados, nosotros éramos más. Después de un rato, solo logramos atrapar a uno de nuestros objetivos: la parca. Pero cuando estuvo frente a nosotros, nos dimos cuenta de que era una persona disfrazada la que teníamos enfrente nuestro. Cuando le sacamos la máscara, ¡frente a nosotros apareció Enrique! Al verlo le preguntamos cómo había aparecido allí ya que lo habíamos perdido en la estación de tren. Ante esta pregunta Enrique, envuelto en carcajadas por el susto que nos había hecho pasar, nos contó que él se había subido al mismo tren que nosotros pero escondido en la bodega ya que había planeado asustarnos en el campamento. En el momento que le preguntamos si sabía quién era el diablo, volvió a reírse y por detrás nuestro apareció Facundo, cómplice de Enrique, con la máscara de diablo en la mano.

Ante está situación todos comenzamos a reírnos a carcajadas y decidimos quedarnos un día más en el camping, pero esta vez todos juntos y sin preocupaciones.

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