viernes, 28 de mayo de 2010

Congelador para preservar recuerdos.

¿Qué hacer para conservar los recuerdos? Una manera de conservarlos en buen estado es congelarlos. Para esto se precisa un congelador o freezer, cualquiera que se posea en una casa está bien. No será necesario comprar uno a menos que se tengan muchos recuerdos para conservar intactos. De ser así, se tendrá, a lo largo de los años, que comprar varios de estos electrodomésticos.

Juan Martín, un hombre de 82 años, es la persona con más recuerdos guardados. El problema que tiene es que él no sabe exactamente cómo hacer para volver a incorporarlos a su cabeza. Ha intentado muchas cosas, pero siempre se resisten a salir de ese estado de pasividad. Es muy cómodo para ellos estar congelados. Claro que sí, nunca son molestados. Están por años adormecidos por el frío del congelador. No deben realizar ninguna actividad que los comprometa. Es que siempre que uno recuerda, compromete a ese recuerdo con el recuerdo que pueda tener otro. Sin tener en cuenta que cada persona construye el recuerdo desde su punto de vista y es por esta razón, que no deberían enfrentarse, sino, complementarse. Para que, justamente, el recuerdo sea recordado lo más parecido a lo que fue antes de convertirse en parte de la memoria. Es decir, cuando era un presente.

Este señor guarda recuerdos desde los 20 años. Todo comenzó al poco tiempo de se fue a vivir sólo. Él se dio cuenta de que por las vivencias que estaba teniendo en la ciudad, perdía sus memorias infantiles. Una mañana, cansado de no recordar lo que le señalaban como eventos, cosas o dichos suyos, decidió ponerlos bien empaquetados en el congelador de su casa para que sean conservados por siempre. A partir de ese día, cada momento de importancia que él vivió fue guardado inmediatamente en ese aparato.

El problema que se presentó fue el siguiente: luego de guardar recuerdos por años, tuvo que conseguir un electrodoméstico más grande, luego otro y así llegó a tener unos cuantos. La locura por guardar sus memorias fue cada vez más grande. Temía que momentos “inolvidables”, como él solía llamarlos, se pierdan para siempre. Por ello, vivía almacenándolos. Lo hacía por las dudas de que algún día quisiera recordar algo importante y no pudiese. Creía tenerlos asegurados, intactos en el congelador; listo para el uso, siempre que lo deseara.

Ahora bien, el mayor problema que se presentó ante Juan Martín fue y es la cuestión de cómo hacer para recuperarlos. Un día despertó queriendo revolver sus memorias. No sabía cuál recuerdo era cuál entre tantos que tenía guardados en tantos congeladores. “Olvidé poner etiquetas”, eso se dijo a sí mismo varias veces. La verdadera cuestión está en que por el afán de recordar todo en un futuro, olvidó recordar directamente. Hoy dice que recordar por recordar no sirve, mucho menos congelar los recuerdos a propósito. Que recordar implica un acto espontáneo, intangible y sumamente maravilloso. Que uno recuerda lo que no se acuerda en una instancia previa. Que no se de deben manipular las memorias, mucho menos aquellas preciadas. Él aclara que éstas se congelan solas. Tiene sentido pensar que uno no congela los momentos en su memoria; ellos se congelan solos, para ser recordados cuando lo deseen y que en el momento exacto ellos saben volverse activos. Hacerse presente siendo pasado.

TSCHIFFELY, Marina Soledad.

1 comentario:

  1. jajajaj “Olvidé poner etiquetas”. re buena idea la del freezer!
    Me gusta la última frase, "Hacerse presente siendo pasado."

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