martes, 27 de abril de 2010

Que el fin del mundo te pille bailando.

Por: Dolores Díaz de Maura

Debo confesar que las fotos son una de mis grandes debilidades. Podría llenar las paredes de mi cuarto (si es que no están bastante cubiertas ya) con imágenes de todo tipo.

Cada foto es una historia. Es casi como pausar cada uno de los momentos de nuestra vida. Donde queda congelado el recuerdo de lo que vivimos. La memoria puede fallar, pero una foto no. Y basta con mirarla para que, casi instantáneamente, los recuerdos aparezcan.

Rojo, negro y un poco de verde, producto de algún reflector, son los colores que prevalecen. “Nada de amarillo en los escenarios, trae mala suerte”, suelen decir. Cinco personas, en la misma posición, miran al frente pero no a cámara. Vestuarios particulares, rostros expresivos, mezcla de felicidad y cansancio. Luces de colores, y algún que otro flash perdido por ahí. Fin del número. Así fue el momento, y casi tan así es la foto.

Es el teatro Empire, es mi muestra de Danza, son mis compañeros, hoy, mis amigos.

Mi foto no solo recuerda. Mi foto habla, cuenta y busca resumir un poco mi vida. Intenta mostrar la plenitud que me invade al bailar y me recuerda a los amigos que este hermoso arte que descubrí, logró dejarme.

Probablemente habrá miles de visiones de la imagen, muchas maneras de entenderla e interpretarla. “Que el fin del mundo te pille bailando”, así se llama la foto, y es mi manera de verla.

Momentos, personas, lugares, pasiones. Todo puede ser recordado, aún cuando la memoria nos traiciona, con una foto. Después de todo, y como suelo decir, una foto vale más que mil palabras.

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