martes, 27 de abril de 2010

Elegir no elegir

Por: Emilia Cappellini

Escribo porque me permite vivir muchas vidas. No soy la primera en pensar que una sola no es suficiente. Escribo y de a ratos vivo todas las vidas que quiero, pero fuera del papel tengo que elegir.

Cuando sacamos una foto también elegimos, elegimos qué dejar fuera del cuadro, lo que nos sobra, lo que no vamos a recordar o mostrar a otros. Así mismo, elegimos lo que sí.

Yo había elegido el cardigan verde y un pelo larguísimo. Mi mamá había elegido también a mis hermanos, que posan al lado mío, y al naranjo que está detrás de nosotros. Elegimos sacarnos esa foto y no otra, porque queríamos vivir esa tarde, en el jardín, con el sol de frente que achinó nuestras miradas.

Yo creo que la foto nunca fue sobre mí. Ni siquiera es mía, a lo sumo es nuestra pero sobre todo, es del naranjo. El naranjo también fue una elección. Mi abuelo eligió plantarlo el día de mi nacimiento y regalármelo. Esa fue su foto, ese fue el hecho de la vida que recortó para que me quede a mí hoy. Ese recorte surge ahora en este texto: una foto dentro de otra. Dos vidas, la mía y la de mi abuelo. Dos, que son infinitamente más que una.

La foto siempre tiene que elegir, pero el escritor puede pretender hacer un texto infinito, su Aleph o su mandala. Por eso no soy fotógrafa y sí escribo.

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