martes, 1 de junio de 2010

Entregó el corazón

Cruzaron miradas en un bar de Palermo, y a primera vista creyeron que eran el uno para el otro. Esa noche fue de lo más divertida, rieron mucho y hablaron de todo, más tarde mientras bailaban se besaron. Las horas pasaron volando, y a eso de las cinco de la mañana los amigos de cada uno dijeron que se querían ir, ellos por supuesto no desean otra cosa más que estar juntos. De todas maneras, tuvieron que hacer caso a sus amigos y hacerse la idea de que debían separarse.

Antes de despedirse, el joven le pidió su celular a la chica. Ella se lo dio pero a cambio del corazón. A él le pareció un trato justo, se llevaría el celular de la chica y ella se llevaría su corazón. Este intercambio haría posible un segundo encuentro. Ambos se fueron felices y entusiasmados por volverse a ver.

En la vuelta a su casa, la joven fue asaltada. Dado que no poseía más su celular tuvo que entregar, junto con su cartera, el corazón del joven. El ladrón sabía que no le servía para nada, no tenía valor comercial; pero de todas formas, por el simple hecho de privar a la muchacha de sus pertenencias, se lo llevo.

El encuentro que los jóvenes tanto esperaban era imposible. Ninguno de los dos pensó en el momento que cambiaron sus bienes que no tendrían forma de comunicarse. Por suerte, en esas vueltas de la vida, se cruzaron en la calle Cabildo. Se reconocieron inmediatamente y luego de hablar tímidamente por unos minutos terminaron riendo juntos de lo tontos que habían sido, diciendo que podrían haber intercambiado los números de teléfono.

El muchacho le contó que luego de unos días sin su corazón comenzó a sentirse vacío y se había preocupado. Estaba claro, lo quería de vuelta. Ella había estado incomunicada más de una semana, era obvio que quería recuperar su celular.

Cuando el le estaba entregando el celular, ella no tuvo corazón que darle. Le explicó como puedo que entrego el corazón porque la asaltaron al salir del bar. Era increíble lo que había ocurrido, más bien, impensable. Él no podría recuperar su corazón. Se pelearon en el medio de la calle, y de la bronca, él se negó rotundamente a devolverle el aparato.

Ahora el joven, anda con dos celulares que no le sirven para nada y sin corazón. Ella no tiene celular, pero al menos no tuvo que entregar su corazón a nadie.

Titulo: Se murió de la risa.

-“Me dijo Micaela que era tan bueno el chiste, que Nicolás se murió de la risa. Yo no se si creerle, viste que ella siempre exagera todo.”

- “Seguro que lo mató del aburrimiento, si es malísima contando chistes.”

-“Jaja, tenés razón, apúrate que ya debe estar empezando el velatorio.”

Titulo: Boca del subte.

Cuando era chica me contaron de aquel tren que andaba por debajo de la tierra, y en ese momento me pareció un invento maravilloso e impensable. Imaginé algo increíble. Pero cuando escuché hablar de sus bocas me asusté bastante y prometí nunca acercarme, creí que podría devorarme.

Paso el tiempo y una vez en la ciudad, unos amigos me recomendaron que vaya a la boca del subte de “Los incas” y salga por la de “Medrano”. No recuerdo a dónde me dirigía exactamente. Pero me rehusé totalmente a acercarme al subte y pedí instrucciones para ir en colectivo. Yo pensaba que me estaban tomando el pelo o que me odiaban, porque sino, ¿A quién se le ocurriría meterse, por propia voluntad, en alguna de las tantas bocas de tal monstruo?; cuando ellos, muy amables, decidieron acompañarme hasta la boca porque decían que en colectivo tardaría mucho más. Una vez allí, creía que los traicioneros me empujarían y sería devorada en cuestión de segundos. Para mi sorpresa entramos todos juntos en su boca, y el viaje fue muy rápido. Al salir por la otra boca, suspire aliviada, no había sido alimento del subte.

TSCHIFFELY, Marina Soledad.

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